Los documentos señalan que los agentes alemanes estaban equipados con píldoras tóxicas, con aspecto de aspirinas, y mecheros, que al encenderse desprendían gases letales. Asimismo, los científicos alemanes desarrollaron formas ingeniosas y creativas para diseñar sus artefactos letales tales como cigarrillos que provocaban dolores de cabeza al fumador, así como barras de chocolate y azucar envenenada. Los jefes militares británicos estaban tan preocupados por el peligro de envenenamiento con todo tipo de objetos cotidianos que recomendaron a sus soldados que se abstuviesen de probar alimentos o fumar cigarrillos alemanes durante su avance por la zona al término de la guerra.
“El objetivo principal era dificultar en la medida de lo posible el trabajo de los aliados para que los nazis pudieran, pasado cierto tiempo, reaparecer bajo un nuevo disfraz y construir el Cuarto Reich”, esto lo reveló Oliver Morderelle, líder del movimiento separatista de la Bretaña francesa acusado de trabajar para los alemanes, en uno de los documentos publicados.