Fragmento del cuadro "Recuerdo de Stalingrado" |
Hay varias obras en la historia del arte que se disputan el dudoso honor de ser el cuadro favorito de Hitler. El dictador tuvo una especial obsesión, por ejemplo, por La 'isla de los muertos', del pintor suizo Arnold Böcklin (1827-1901), en la que una barca con remero y un misterioso pasajero se acerca a la enorme isla rocosa en medio de un lago de aguas oscuras. También se sabe que profesó verdadera devoción por 'El arte de la pintura', de Johannes Vermeer. Su legítimo propietario, Jaromir Czernin, estaba casado con una mujer judía y se vio obligado a venderlo a Hitler en 1940 por 1,6 millones de marcos. Hitler quería darle un lugar destacado en la colección Linz, su museo personal, pero después de la guerra terminó en Austria y hoy cuelga en el Museo de Historia del Arte de Viena, que se niega a devolverlo a Alemania.
Pero durante sus últimos meses de vida, la obra más cercana a su corazón fue este cuadro, de 1,80 por 2,50 metros, que había sido expuesto en la Gran Exposición de Arte alemán y en el que encontraba reflejado el destino del pueblo germano y el suyo propio.
Su autor es Franz Eichhorst (1885-1948), retratista de campesinos alemanes, acabó especializado en soldados heroicos pintados en murales como el que cubrió cuatro paredes del Ayuntamiento de Schöneberg en Berlín, de 30 metros de largo por cuatro de altura, y que fue sumamente popular en la capital alemana. "Estaban allí todos los prototipos nacionalsocialistas: la pareja joven, la madre y el niño, el obrero, el agricultor y el soldado. Todo ello profusamente decorado con símbolos nazis y generoso despliegue de banderas. Este es el camino de los últimos 25 años, una imagen atemporal de la vocación de un pueblo que lucha por su existencia y su futuro", escribió Robert Volz en 'Die Kunst der Dritten Reich', en noviembre de 1938.
A medida que transcurría la guerra, sin embargo, Franz Eichhorst cambió aquellos frescos, en los que la exaltación del combate y la soledad del heroísmo sustituían a los horrores de la guerra, ausentes, por el reconocimiento del sufrimiento y la derrota, como en 'Recuerdo de Estalingrado', en el que permanece aun así la idea de destino de un pueblo. Hitler compró el cuadro por 35.000 marcos y no quiso separarse de él.
Después de la guerra, la obra desapareció y se daba definitivamente por perdida. El Museo de Historia alemán presentó en 2008 la que se creía documentación completa sobre las colecciones de Hitler, con un índice de las 4.371 piezas de arte propiedad del Führer, entre lienzos, tapices, esculturas, muebles y porcelanas, que deberá ser ampliada ahora tras el hallazgo del periodista e historiador Jiri Kuchar, que ha invertido cinco años en la investigación.
Soldados americanos trasladaron el cuadro al sur de Bohemia, al parecer, junto a un conjunto mucho más amplio de obras de arte que habías sido expoliadas por los nazis al banquero judío Rothschild y fueron almacenadas en el monasterio Vyssi Brod. 'Recuerdo de Estaligrado', junto con varios cuadros más, se desgaja sin embargo del conjunto en algún momento del siglo XX y acaba en Doksany, de donde han salido algunas esculturas y jarrones camino a importantes subastas y cuyo origen ha podido rastrear Kuchar con enormes dificultades, ya que la mayoría de los coleccionistas se niegan a reconocer es estigma nazi en sus piezas.